martes, 11 de octubre de 2011

Ayer me dio por escribir...

Como bien indica el título de esta entrada ayer por la noche me dediqué a escribir. Hacía días que tenía ganas pero nunca encontraba el momento, o cuando por fin lo encontraba no estaba muy inspirada que se diga. Aún no había escrito realmente sobre Lily, así que aquí va un fragmento sobre ella y William. Y sin más os dejo con él, porque es algo larguillo.

Lily era una niña preciosa y adorable. Se parecía a su hermana mayor, y había heredado muchas cosas de sus padres, no sólo la apariencia, sino también muchos gestos y parte de su carácter. Su cabello era similar al de su madre, quien había poseído una cabellera pelirroja y rizada, pero había adquirido cierta tonalidad de su padre teniendo ella un color más bien castaño rojizo. De ella también había heredado esas preciosas pecas que cubrían su nariz y parte de sus mejillas, además de otras solitarias extendidas por todo su cuerpo. Sus ojos eran de un azul grisáceo, como el cielo nublado, e irradiaban vitalidad, alegría e inocencia.

Era una niña despreocupada, ajena siempre a todo el mal que la rodeaba. A ella parecía no afectarle la miseria, la tristeza, la crueldad y la traición que invadían su vida. En parte gracias a que William había sabido alejarla de todo aquello en su máxima medida. Pero sobretodo porque era una niña optimista e incauta que era capaz de ver el bien y la humanidad en los demás. Pero no era totalmente ingenua, sabía de quien no debía fiarse, y por muy alegre que fuera, sí le afectaba ver las injusticias que se cometían a su alrededor. Eso era algo que la enfurecía y a veces la entristecía. Trataba siempre de tener una sonrisa en sus labios y de no llorar nunca, aunque cuando algo la afectaba solía ser bastante llorona, pero eso se le perdonaba por su corta edad, y por no haber podido criarse con el calor y el afecto de sus padres. Era testaruda, valiente y aventurera. Una gran defensora de las causas justas, y ante todo una niña impregnada de curiosidad y de imaginación. Desde luego sus padres hubieran estado muy orgullosos de ella.

Desde el mismo instante en que nació pasó a hacerse cargo de ella William, quien más que su primo se había convertido en su padre. Ella le adoraba y él se desvivía por ella. Aún así ella tenía claro que él no era su padre, pero era su tutor y quien se había encargado de criarla y educarla. Por ello siempre acudía a él, le admiraba y quería con locura, y ese amor familiar, o parental, era mutuo.

Además, William veía en ella a su hermana mayor de pequeña, a su otra prima, a Kireina. A parte de su parecido propiamente físico y de su parecido carácter en algunos aspectos, lo que más le recordaba a ella eran esos ojos y esa sonrisa. Aquellos ojos dulces que le hablaban como un libro abierto, que dejaban leer sin tapujos los sentimientos de los que estuviera impregnada esa mirada. Y aquella sonrisa. ¿Cómo olvidarse de ella? Aquella sonrisa afable y cariñosa, y completamente sincera. Aquella sonrisa que le había regalado en tantas ocasiones pero que había perdido. ¿Algún día volvería a ver esa misma sonrisa en sus labios como antaño? ¿Algún día volvería a regalarle una de esas? ¿Algún día esa sonrisa… le pertenecería? Prefería no pensar en ello, pero todas esas preguntas, y muchas más, venían a su mente con frecuencia.

Cuando tenía un rato libre o simplemente cuando la nostalgia se apoderaba de él, se pasaba el rato observándola a lo lejos. Lily era encantadora, y cada instante que la observaba se lo aseguraba. La miraba mientras ella jugaba, sola o en compañía, mientras ella imitaba a los mayores de su alrededor, mientras trataba ser de utilidad y ayudar al resto. La miraba detenidamente pero no se acercaba, simplemente la contemplaba estoico mientras dejaba libre su mente, y entonces las imágenes de Kireina se apoderaban de él. Recuerdos de su infancia. Veía en Lily no sólo casi una misma apariencia, sino también los mismos gestos. También las mismas reacciones y muchas veces hasta las mismas palabras. Era como mirarla a ella. Como abrir una puerta al pasado y contemplar aquellos días en los que eran felices. Como ver una imagen reflejada en un espejo del ayer. Pero ya no era así. Aquella no era Kireina, él ya no era aquél niño que jugaba con ella, y aquél momento no era ese momento feliz.

En una sola noche las cosas habían cambiado por completo. En una sola noche les habían arrebatado tantas cosas... Sus familias, sus hogares, sus infancias… Se lo llevaron todo, se llevaron sus vidas. Pero Lily había tenido suerte de no haber vivido aquél momento. Ella nació aquella horrible noche, pero no fue nunca consciente de lo que acababa de suceder. Ella no perdió una vida, sino que la ganó. Perdió lo que podría haber sido pero no lo que fue. Ella no había conocido a sus padres, y eso era triste, pero gracias a ello no tenía un recuerdo borroso al que aferrarse y por el que llorar. No podía entristecerse y sufrir por algo que nunca tuvo. Él sí. Y no era el único. Por suerte, por el momento Kireina tampoco, aunque sólo por el momento. Cuando por fin lo recordara seguramente se derrumbaría. Sería un momento muy duro, muy doloroso… ¿Y si no podía aguantarlo? Debería hacerlo. Él la ayudaría. Él, como siempre, sería fuerte por los dos y por todos. Lo cargaría todo sobre sus hombros y la levantaría tantas veces como ella cayera. Estaría preparado para cualquier cosa. Pero esperaba no tener que soportar tan dura carga, esperaba no tener que verla tan desolada, que el tiempo y todo lo nuevo vivido hasta ahora suavizaran un poco ese dolor y no la derrumbaran por completo. No podría verla así, no podría soportarlo. No de nuevo.

Y a lo lejos, aparentemente mirando a Lily pero con la mirada perdida, se apoyaba de pie sobre la pared de una vieja cabaña de madera. Sumido como siempre en sus pensamientos, hasta que Lily, mirándolo y levantando un brazo, lo trajo de vuelta al presente y la realidad. Ella se acercó corriendo con una sonrisa radiante en sus labios y se lanzó sobre él. Él la abrazó y la levantó a lo alto. La miró a los ojos y le sonrió tiernamente. Finalmente la bajó y la dejó delicadamente frente a él. Ella levantó la mirada, buscando la cara de él e ilusionada le dijo:

-¡Ya has vuelto! ¡Te estaba esperando! ¿Ha vuelto también Aslan? Tengo que enseñarte una cosa, mira:

Acto seguido metió la mano en el bolsillo, sacó algo de él y finalmente abrió el puño orgullosa para mostrárselo bien a William. Era una mariposa hecha con fragmentos de plumas y teñida de tonos verdes y rosados.

-¡Oh! Es muy bonita Lily, casi tanto como tú… ¿La has hecho tú sola?

- Bueno… Me ha ayudado Aderyn. Usamos una pluma que se le había roto y luego me enseñó a pintarla con algunas plantas. Pero me dijo que eso se lo había enseñado Bel…

- ¡Pues os ha quedado estupenda!

- Te la regalo, así te pondrás contento – Lo dijo con un tono un tanto más apagado y serio. William enseguida notó la preocupación en su rostro.

- No hace falta que me la regales, quédatela tú, te sienta mejor que a mí. Además no estaba triste, sólo estaba pensando en algunas cosas. No tienes porque preocuparte. ¿Vale pequeña flor?

La sonrió y le acarició la cabeza.

- ¡Vale! – dijo ella entusiasmada.

- Por cierto, sí, Aslan ya ha vuelto. Ves a enseñarle lo que has hecho, seguro que le encantará.

Ella sonrió de oreja a oreja, y emocionada se fue corriendo en busca de Aslan. William se quedó observándola a lo lejos. Mirando como ella se alejaba a toda prisa.



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